Una de las últimas aportaciones en este área
procede de Brick Johnstone, neurólogo de la Universidad de Missouri en
Estados Unidos. Johnstone se basó para su investigación en un estudio previo en
el que se había vinculado la trascendencia espiritual con una reducción del
funcionamiento del lóbulo parietal derecho del cerebro.
Partiendo de este estudio, el científico evaluó las
características espirituales de 20 personas que padecían lesiones cerebrales
traumáticas en su lóbulo parietal derecho, que es una región del cerebro
situada unos pocos centímetros por encima del oído derecho.
Estas
características espirituales
fueron, entre otras, el nivel de
creencia de los voluntarios en la existencia de un poder supremo o el grado de fe de los participantes en que
sus vidas formaban parte de un plan divino. El científico descubrió así
que los voluntarios con lesiones más
graves en esta región cerebral mostraron un sentimiento mayor de cercanía a un
poder supremo.
UN CEREBRO
QUE CREE
Por otro
lado, Johnstone evaluó la frecuencia de las prácticas religiosas de los
participantes en el estudio, esto es, con qué periodicidad asistían a oficios
religiosos o escuchaban programas religiosos; y al mismo tiempo midió la
actividad de sus lóbulos frontales.
De este modo,
encontró una relación entre la actividad reducida en estas áreas del
cerebro y una participación aumentada en prácticas religiosas. Es decir, que el científico determinó
diversos aspectos del fenómeno espiritual vinculados a una actividad reducida
del lóbulo frontal.
A raíz de estos resultados, Johnstone señala que “hemos descubierto una
base neuropsicológica de la espiritualidad”. Pero, teniendo en cuenta los
resultados de otros estudios, el científico añade que dicha base “no estaría
aislada en una sola área específica del cerebro”.
Johnstone cree que
la espiritualidad sería, por tanto, un fenómeno “dinámico, que emplea a
muchas partes cerebrales. Ciertas áreas del cerebro juegan papeles más
importantes, pero todas trabajan juntas para propiciar las experiencias
espirituales individuales”.
Por tanto,
según el científico, el “punto de Dios” no existiría, sino que la espiritualidad sería un fenómeno
complejo, que implica a múltiples áreas del cerebro, relacionadas además con
muchos aspectos de las experiencias espirituales.
OTRAS INVESTIGACIONES
La
aportación científica en este campo ha aumentado en los últimos años. En 2010,
una investigación realizada por científicos del Institute of Neurology de
Londres, reveló que existía una relación
entre el lóbulo temporal derecho y la religiosidad.
Por otro lado, un estudio de investigadores de la
Universidad de Udine, en Italia, ha vinculado las zonas parietales posteriores del cerebro con
la noción de “autotrascendencia”,
concepto que se usa para evaluar el comportamiento espiritual de cada
individuo; y una investigación llevada a cabo por especialistas del National
Institute on Aging, de Estados Unidos, ha establecido una asociación entre la
religiosidad y el volumen del gyrus temporal medio de nuestro cerebro.
Los expertos llevan tiempo tratando de averiguar si
el cerebro humano cuenta con un “God spot” o “punto de Dios”, un área cerebral
específica responsable de la espiritualidad de nuestra especie. Las investigaciones de Johnstone apuntan a
una respuesta más compleja.
ORACIÓN, MEDITACIÓN, ALTRUISMO
Johnstone
considera que su investigación concuerda con la experiencia histórica de las
religiones. “Los especialistas en neuropsicología han demostrado varias veces
que los daños en la parte derecha del cerebro reducen la atención personal en
el yo. El hecho de que nuestra investigación haya demostrado que la gente con
estas lesiones es más espiritual, sugiere que
las experiencias espirituales estarían asociadas con una reducción de la
atención en uno mismo. Esto es coherente
con muchos textos religiosos, que señalan que los individuos deben concentrarse
en el bienestar de otros más que en el propio”, dice el neurólogo
norteamericano.
También sería coherente con los resultados de estudios
previos, realizados con monjes budistas y franciscanos con una función cerebral
corriente, que revelaron que las
personas que aprenden a minimizar el funcionamiento de la parte derecha de sus
cerebros incrementan sus “conexiones espirituales” durante la meditación y la
oración.
En general, se sabe que el lado derecho del cerebro
está relacionado con la auto-orientación, mientras que la parte izquierda está
asociada con la manera en que cada individuo se relaciona con otros.
Los resultados del presente estudio han aparecido
en la publicación especializada International Journal of the Psychology of
Religion.
Fuentes: tendencias21,
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